VERAGUAS, Panamá (LMN-Digital) — En la víspera del Día del Padre, el sábado 14 de junio de 2025, un joven venezolano aprovechaba la luz roja de un semáforo en la Vía Interamericana de Panamá que conecta a la capital con las provincias centrales, las tierras altas chiricanas y la región de Paso Canoas, en la frontera de Costa Rica.
Se llamaba Richard, vendía golosinas a los conductores y portaba un mensaje de letras cursivas en tinta azul sobre un pedazo de cartón rasgado:
“Amigos, somos una familia venezolana pidiendo un apoyo para poder regresar a nuestro país. Cualquier colaboración será de gran ayuda”
Se desplazaba rápidamente desde una acera en el centro de la avenida. Apegado a la suerte y al buen corazón de los conductores, en ese momento recibió algunas monedas.
Entretanto, alguien detuvo el vehículo para platicar con él ignorando la extensa fila de vehículos que sonaban la bocina.
“Debemos regresar a Venezuela, no tenemos otra alternativa, pero lo haremos cuando –así y con la ayuda de la comunidad panameña– logremos reunir el dinero para comprar nuestros pasajes”, dijo el joven padre a Telemundo Indy/Columbus.
Sueños truncados
Richard representa la triste realidad de miles de migrantes que anhelaban cruzar hacia los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, cuando los sueños se truncaron de la noche a la mañana el 20 de enero de 2025 tras el anuncio de nuevas políticas que echaron por tierra todas sus esperanzas.
En una intersección cerca de la terminal de transporte, bajo el sol intenso, otro padre venezolano caminaba apresurado entre los automóviles detenidos. Intentaba recolectar las últimas donaciones antes de viajar hacia la ciudad de Colón, en la costa atlántica, desde donde él, su esposa e hijos pequeños, tomarían una barcaza humanitaria patrocinada por el Servicio Nacional Aeronaval (Senan) que los llevarían hasta La Miel, una comunidad de la región indígena Guna Yala, en la frontera con Colombia.
“Somos de Maracay, Venezuela. Ya nos vamos mañana. Todo ha sido muy duro para nosotros; mire allá está mi esposa con mis hijos, así sobrevivimos aquí [en Panamá]; muy agradecidos con quienes nos han ayudado”, señaló el padre venezolano, quien vendía caramelos mostrando un letrero describiendo la razón de su esfuerzo:
“Amigos, Dios los bendiga. Somos una familia venezolana buscando una ayuda para poder regresar a nuestro país. Cualquier aporte que nos puedan brindar será de mucha bendición: Es para alimentación, hospedaje y pasaje”
Enterrando la esperanza
A lo lejos, en el extremo contrario de la calle se encontraba su familia; todos sentados en una esquina, refugiados en la sombra. Sabían que el “calvario” vivido al quedarse varados en Panamá tenía las horas contadas, y sin contemplar qué les esperaba en la siguiente etapa del trayecto, no quedaba otra alternativa. Debían volver a la tierra que dejaron en 2024 visualizando las posibilidades de asilo o protección temporal facilitadas por la administración del expresidente Joe Biden.
“El camino para llegar hasta el norte fue demasiado difícil y aterrador. Quedarse en México en espera de cruzar hacia los Estados Unidos es un riesgo muy grande; el lugar es extremadamente peligroso para cualquier familia con niños pequeños, pero lo intentamos porque sonábamos”.
Con dolor, el joven recordó cómo sus emociones decayeron y la frustración les ganó la batalla porque allí en México descubrieron que las nuevas leyes de inmigración de Estados Unidos acabaron con sus sueños.
“Comprendimos que no podíamos hacer más nada. No quedaba otra opción que emprender la ruta de regreso; volver a pasar por Panamá”.
Ayuda humanitaria
Los operativos de flujo inverso, puestos en marcha recientemente por el gobierno panameño, tienen la finalidad de facilitar el retorno de los migrantes hacia sus países sudamericanos de una manera ordenada y segura.
El 12 de junio de 2025, José Raúl Mulino, presidente de la República de Panamá, confirmó en conferencia de prensa que el flujo inverso de migrantes irregulares –de norte a sur– está aumentando. Hasta ese momento, las autoridades registraban un total de 11 810 personas, en su mayoría, ciudadanos venezolanos, además de colombianos, ecuatorianos y peruanos. En este grupo también se encontraban nacionales de África y Asia.
Contraste cuestionado
Francisco Carreira, un abogado panameño especialista en derecho internacional, quien estudió en la University of Notre Dame en Indiana contrasta las políticas antiinmigrantes de la administración Trump con la realidad laboral en los Estados Unidos, especialmente cuando se trata de trabajos agrícolas.
“Yo estudié en la Universidad de Notre Dame, que se encuentra en medio de los campos de maíz en la región norte de Indiana y –por supuesto– que hay una relación entre los trabajadores inmigrantes. Allí existe una gran necesidad de trabajos que los americanos no quieren hacer, y para mí es complicado entender: Si no hay quien realice esas labores, entonces cuál es el sentido de no favorecer una fórmula que evitaría la inmigración ilegal de esos países que son rechazados”, dijo el abogado Francisco Carreira al programa Radar de TVN Canal 2 durante una entrevista el 15 de junio de 2025.
“Nosotros [Panamá] hemos pasado a ser un punto donde los migrantes regresan para ver como son devueltos a sus países. Se ha invertido la situación”, subrayó Carreira.
Travesía de angustia
Cuando los migrantes –ahora varados de regreso– llegaron a Panamá por primera vez, lo hicieron arriesgando sus vidas atravesando el peligroso Tapón del Darién, donde muchos fueron víctimas de robo, maltrato y todo tipo de abusos.
En cada comunidad que paraban con la intención de descansar después de largas horas de camino en la selva, zapatos desgastados y heridas en los pies, los habitantes se aprovechaban sin clemencia. Les alquilaban “dormitorios” en condiciones insalubres y cobraban hasta por utilizar los enchufes para cargar sus celulares.
Gastos inevitables
Actualmente, el transporte en lanchas privadas representa un gasto de hasta $250 por persona. En un día de trabajo vendiendo dulces, limpiando parabrisas o simplemente implorando la caridad humana para obtener algunas monedas, una familia –con suerte en un día bueno– puede recaudar entre $10 y $15 dólares diarios.
Con este monto deben alimentarse y pagar alojamiento. Por esta razón, muchos –a quienes no les alcanza– pasan sus noches sobre cartones en algún rincón alumbrado recostándose en sus mochilas como si fueran almohadas, sin ni siquiera pensar en qué les deparará cuando vuelvan a pisar la misma tierra de la que salieron llenos de sueños, esperanza e ilusión.