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La incertidumbre y el miedo invaden a los inmigrantes en Nebraska mientras Donald Trump retoma políticas migratorias estrictas. G, una periodista hondureña que huyó tras denunciar corrupción gubernamental, teme por su vida y la de su familia. Aunque solicitó asilo hace un año, la posibilidad de deportación bajo la nueva administración la mantiene en constante ansiedad. “No puedo regresar; sería como una sentencia de muerte”, dice G, quien accedió a hablar solo bajo condición de anonimato.
Nebraska, un estado agrícola republicano que apoyó ampliamente a Trump, enfrenta tensiones entre la necesidad de mano de obra inmigrante y las políticas migratorias de línea dura. El gobernador Jim Pillen respalda plenamente las acciones de Trump, pero líderes locales, como los jefes de policía de Omaha y Lincoln, han decidido no colaborar con las ofensivas migratorias federales. Mientras tanto, organizaciones locales intentan calmar a la comunidad inmigrante, instando a que continúen participando en la sociedad a pesar del temor.
El impacto de estas políticas amenaza con desestabilizar sectores clave de Nebraska, como la agricultura y el procesamiento de alimentos, que dependen en gran medida de trabajadores inmigrantes.
Líderes como John Hansen, de la Unión de Agricultores de Nebraska, advierten que una ofensiva migratoria podría tener repercusiones negativas en la economía estatal y nacional. “Necesitamos una reforma migratoria que equilibre seguridad y humanidad”, señala Hansen, destacando que las políticas de disrupción no resolverán los problemas de fondo.