La administración de Donald Trump ha intensificado su atención sobre América Latina y el Caribe, abordando temas como la migración y el narcotráfico. Sin embargo, el enfoque del secretario de Estado, Marco Rubio, ha generado tensiones, pues su insistencia en frenar la influencia de Cuba y Venezuela contrasta con las preocupaciones urgentes de la región, como la desigualdad y la crisis en Haití.
Rubio sostiene que la política exterior de EE.UU. está alineada con los intereses nacionales, calificando al Caribe como una “tercera frontera” que requiere control. No obstante, su estrategia ha sido criticada por diplomáticos que ven un énfasis desmedido en sanciones y restricciones, mientras se reducen los fondos de cooperación. La reciente amenaza de sancionar a gobiernos que contraten médicos cubanos ha causado rechazo entre líderes regionales.
El primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, expresó que su país seguirá empleando personal médico cubano, asegurando que el programa cumple con normas internacionales. Mientras Washington endurece su postura, América Latina muestra signos de resistencia, dejando en evidencia que la estrategia de presión de Rubio podría alejar aliados en vez de fortalecer lazos en el continente.